Cogió su abrigo, la bufanda, metió las llaves en el bolsillo y llamando a Charlie, salió por la puerta.
Esa mañana invernal era fría pero soleada. Paseaba como de costumbre por la angosta acera, repleta de alcorques con árboles ausentes. A uno de ellos fue a parar Charlie, quien, inclinando sus patas traseras, defecó con total normalidad mientras, su dueña, mirando el asunto, hablaba plácidamente por teléfono. Y ese, ese, fue el momento en el que la leyenda cobró vida.
Una pequeña
ventisca se levantó, sacudió el largo pelo del perro y, arrastrando con ella
hojas secas, fue a parar al alcorque donde Charlie había hecho sus necesidades.
De repente, como película de ciencia ficción, la caca , poseída por ese leve viento, se levantó, saltó y hacia la dueña se acercó.
¡Qué pasa, colega¡
¿No me haces caso?
Y yo aquí
esperando a que me recojas.
La mujer, atónita, miró y remiró,
los ojos se frotó mientras resonaba por la acera:
-
¡¡¡¡¡En la calle las cacas de tu perro has de
recoger, sino hasta tu casa te acompañaré!!!!
Sin dilación, cogió un papel de periódico que se encontraba
cerca, a la caca atrapó y a la basura la tiró. Seguidamente, asustada, a
Charlie cogió y a su casa entró.
Desde entonces, la mujer, sale con su portabolsas, por miedo
a encotrarse con ELLA, la caca
acechante.
Cuentan que los vecinos, desde entonces, salen con sus bolsas y los alcorques permanecen limpios de heces, todo por miedo a encontrarse con el espíritu que las habita y te persigue si no las recoges.
(By Medrona)
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